lunes, 27 de octubre de 2008

De comuniones y gerberas


Jus esperó su comunión desde el mismo día en el que la tomó Pili y como todas las cosas deseadas se hizo esperar, pero por fin llegó. Después de meses de catequesis, de enfrentar los miedos de la primera confesión, de pensar qué gusto tendría la hostia o de cómo pasaría hasta el altar sin enredarse con la túnica legada por su hermana mayor...
Todo fue bello y dulce como ella y si algún angelito rondó ayer por casa, sé que nos pasó cerquita y nos ayudó a que el peinado que tanto me cuesta siempre, quedara con el moño derecho y que el dolorcito de panza se fuera como por arte de magia.
El padre Gustavo, ese gran orador, supo decir las palabras justas: "hoy se hacen más maduros en la fe". Luego el gran momento y, entre tantas caritas que frucieron el ceño por el raro sabor de Cristo hecho pan, mi negra comulgó y volvió del altar resplandeciente, serena y con su sonrisa buena. Las canciones y los aplausos cerraron la ceremonia y ya en el patio de la escuela se produjo el eufórico cambio de estampitas como si estuvieran por completar el album de figus...
Y en casa los 30 invitados. Todos. Los grandes, los chicos, los que siempre están, los que llegan desde lejos, los que corren al sol, los que cuentan anécdotas y, entre todos los seres queridos, aquel puñadito de indispensables que nos construyen, nos apuntalan y sacan lo mejor de nosotros.
En un día de emociones a flor de piel no puedo dejar de mencionar el cuadro pintado por el tío Raúl que dibujó para nosotros a la capilla más austral del mundo y las flores que nos trajo la madrina.
Nunca nadie me había preguntado tanto sobre flores como Silvia, la madrina. Que si el arreglo de las mesas iría en centros pequeños o en floreros , boca grande o boca chica. Flores de tallos largos o cortos... aromáticas o no? Cuestiones que me divirtieron y no me extrañaron viniendo de alguien que le pone tanto sentimiento a las cosas. Y las gerberas llegaron soberbias, amarillas como la bandera papal, acompañadas por otras de estirpe más respingado y por un grupete de ramas estilizadas. Todas lucieron en los floreros de la abuela que adornaron el comedor y cuando los invitados se fueron, Jus me pidió permiso para sacar una. Muy a mi pesar y con cierta intriga le permití sacarla.
Al rato, desde adentro de una botella de agua mineral vacía, la gerbera elegida cobró otro protagonismo, el más profundo, fue el adorno de un imaginario salón de belleza que armó Jus para jugar con Magui. Un día de fe y juegos, hermosa conjunción en donde el verdadero valor está en el sentido puesto a las cosas más allá de cómo se vean.
Te amo, Jus.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy lindo el relato,
tal como dijiste, la pasamos bárbaro!
y justi una diosa!

Anónimo dijo...

Nobleza obliga: no sabía ni que los floreros tenían tamaño de boca...
He aprendidoalgo gracias al obsesivo vendedor de casa Sellas: "Fcio Varela"
Qué se repita el cóctel de camarones!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Besos a la ahijada más hermosa y buena

Anónimo dijo...

Me encanto mami muchas gracias jus.