lunes, 9 de febrero de 2009

CasaPueblo, CasaSueño


En CasaPueblo el sol, el mar y la poesía se encuentran. Carlos Páez Vilaró talló en Punta Ballena su lugar en el mundo y uno puede adentrarse en su vida, su obra y, a través de ella, a la esencia de alguien que con 85 años mantiene vivo al joven artista que recorrió el mundo buscando colores.

Asesorado por los pájaros ideó una casa similar a la que construye el hornero, con redondeces ansiosas de armonía y calidez, formas que se coronan con filosas puntas que parecen manos que se alzan al cielo.

Con maderas que recogió de la playa construyó una casilla, "La Pionera". Pero la madera le resultaba triste, entonces la forró con alambre y empezó a tirar la masa, a modelarla como si se tratara de una cerámica gigantesca. Me pregunto si es así cómo crecen los sueños.

La presencia de los amigos hizo que fuera agregándole cuartos, así llegó a construir 60 habitaciones con 60 baños. El taller del artista se transformó en una gran escuela visitada por curiosos y por escuelas.

El mar azul mediterráneo y el blanco contrastan, pero en forma sutil, etérea. El arte estalla, provocador, a veces inoportuno, colma los sentidos y queda haciendo ruido, pero manso.


Eso es CasaPueblo.

miércoles, 4 de febrero de 2009

El paso del tiempo no alcanza para crecer

A algunos crecer nos cuesta y no es falta de madurez para tomar decisiones ni para hacerse cargo de las diferentes obligaciones a las que nos expone la vida; es simplemente que el niño que marca buena parte de nuestra esencia se resiste a dejarnos. Celebro eso cuando puedo jugar de igual a igual con mis hijas o darme permisos para el ridículo sin que me importe.

Punta Ballena

Esta es una de las vistas panorámicas de Punta Ballena. Después de conocer las playas de Brasil pensé que no me iba a sorprender con otras bahías de aguas cristalinas y cálidas

martes, 3 de febrero de 2009

Arrancar


De todos los arranques el que encara hacia las vacaciones es sin dudas el que más expectantes nos pone, más cuando el destino es algo incierto y cada palmo del camino es nuevo para nosotros. Creo que siempre lo mejor es prepararse para no esperar nada, entonces no hay fiascos y de cada situación podemos ver lo mejor.
Aunque nos separe sólo el Río de la Plata, entrar a Uruguay es encontrarse con otra cultura y para quienes sostienen que es casi una provincia argentina, les cuento que la geografía parecida y algunas costumbres no alcanzan para semejante enunciación. Ya en Colonia del Sacramento, el anclaje histórico que nos remonta a épocas del siglo XVIII ofrece claras pautas de mantenimiento y respeto por el acervo. Luego la ruta hacia Montevideo y esos cíclicos pueblos con sus casas humildes, pero pintadas; simples, pero cálidas. Uno tiene la sensación de querer conocer a cada morador, de adivinarle un destino con sólo espiar por la ventana.
Montevideo, merece un párrafo y algunas fotos para que la cuenten con más elocuencia. Pero vale mencionar que es una hermosa capital que no creció de espaldas al río y que no tiene la vorágine y locura de la nuestra.
Kilómetros al norte el camino zigzagueante comienza a coquetear con las alturas y las sierras aparecen en Piriápolis como abrazando al mar cristalino y cálido.