martes, 23 de diciembre de 2008

Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo y la teoría de que el sur también existe

El receso escolar y el natural aburrimiento de las niñas me llevó a Musimundo en busca de libros, música o cualquier cosa que las pudiera entretener; pero como pasa casi siempre la que más me entretuve fui yo al ver el stand de "Protagonistas de la cultura argentina", dos libros por 15 pesos. Eso se vio generoso!, la vida de ilustres personalidades al alcance de mi bolsillo y Victoria Ocampo, ahí.
Ella merecía sin duda que la conociera de otra manera y no llegar de la mano de una oferta, pero como siempre pensé, aún el libro más superficial e insignificante puede desatarte una avidez insospechada. Me pasó una vez con Marcos Aguinis, con Paul Auster, con Rosa Montero y ahora con esta criolla gigantesca, como la apodaba Ortega y Gasset.
Es imposible para una persona simple como yo no quedar atrapada en la trama de su vida. Lo tuvo todo, pero a pesar de eso peleó hasta morir por su dosis de eternidad.
Nació en el año 1890 en el seno de una de las familias con más abolengo de la Argentina y conoció nuestra historia por el relato de testigos directos de las luchas por la emancipación. Cuando apenas tenía 6 años sus padres decidieron mudarse un tiempo a Europa para que sus hijas tomaran contacto con "la cuna de la civilización", esto la impulsó a hablar y escribir en francés como si fuera su lengua materna. En su juventud desafió todas las convenciones y reglas de una sociedad que sólo veía con buenos ojos la libertad y la vida pública de los hombres. Ella fue por más, quiso ser actriz y aunque no pudo pisar las tablas hasta que murió su padre, se dedicó a aprender a modular su voz. Pero lo más importante fue su sed intelectual y su amplitud para conocer sin prejuicio toda forma de cultura que se manifestara a través de la escritura.
Su posición económica fue la aliada que le permitió convertirse en una mecenas, capaz de traer a nuestro país a intelectuales como La Rochelle, Malraux o Tagore. Ayudó a que sus amigos artistas pudieran por ejemplo escapar de la represión de Franco a de la persecusión nazi. Se unió a ligas feministas, pero las que verdaderamente luchaban por conseguir igualdad de condiciones en todos los aspectos de la vida civil de la mujer. Creyó que el arte y la libertad eran los eslabones capaces de unir a los hombres de cualquier lugar del globo, más allá de ideologías o razas. Fue la única invitada de nuestro país para presenciar el juicio de Nüremberg y, como si fuera poco, al final de sus días fue la primera mujer en ser elegida miembro de la Academia Argentina de Letras.

Un libro chiquito también invita y este fue el caso de Victoria Ocampo, criolla gigantesca, escritora que si viviera seguramente tendría un blog.

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