viernes, 15 de mayo de 2009

Pobre y gorda

En el tiempo que dura una luz roja, la vi de espaldas. Era enorme y llevaba su limpiavidrios en la mano, casi como quien lleva un arma, sólo que en su cara no había amenaza, sólo el rictus de la amargura. Yo siempre los miro, hago como que no, pero los miro. Es como el juego de pasar del otro lado, pero estar en la butaca del auto como si estuviera en el cine, sin embargo en este reality el personaje está muy cerca.
Pobre y gorda, pensé. En ese instante se dio vuelta. El automovilista seguramente le habrá contestado que no tenía monedas para darle, que no le limpiara el vidrio, que la próxima...
Con mucho disimulo se tocó un ojo y luego el otro. Se apoyó en un auto estacionado y miró la nada.
Lloraba. La pobre y gorda, lloraba. La sentí mi hija, pese a tener pocos años menos que yo. Más que darle plata sentí el deseo de pedirle que no llorara, pero eso era sólo una prepotencia mía. Luz verde. El auto aceleró para estacionarse en la puerta del diario. Bajé a escribir mi nota, que no hablaba de la tristeza de la gorda pobre. No es literatura.

1 comentario:

andri dijo...

hallo Monica...all's ok. how about you there...???
warm regards to your family...